Daniela tenía una teoría, una teoría que regía su vida,
ella la resumía en una frase que le soltaba a todo el mundo,
daba igual conocer a esas personas de toda la vida o que jamás
antes las hubiera visto, realmente daba igual, todas eran personas
con una cosa en comúm, no la comprendían... A todo aquél o aquélla
que pidiera explicaciones más concisas ella se las exponía pero,
igualmente no la comprendían.
Veía cosas que no deberían de estar ahí, las veía siempre y no sabía cómo dejar de verlas, eran cosas desagradables y a veces incluso horrorosas. Siempre evitaba hablar de ellas con la gente, le daba bastante miedo recordarlas y tampoco quería que la tomasen por loca,no por las acusaciones y demás consecuencias, sino porque serían falsas acusaciones. No estaba loca, las otras personas también veían esas lúgubres imágenes, a veces parlantes, a veces estáticas, siempre aterradoras. No comprendía del todo cuál era la diferencia entre las otras personas y ella, mayormente podrían hacer caso omiso, tal vez, o tal vez no les daba miedo verlas o quizás incluso disfrutaran hablandolas a espaldas.
Un día conoció a una particular persona en la parada del autobús.
-Hola.- Le dijo aquél hombre con su fuerte olor a alcohol.
-Hola.- Respondió Daniela.
-Hoy es un buen día para caminar.-
Daniela miró al cielo y las grises nubes la saludaron.
-Es posible.- Contestó.
-Lo siento amiga, no sé de qué hablar.-
-Puedes hablar de lo que quieras.-
-No quiero hablar de nada.- Respondió mirando su reloj.
-Entonces ¿Por qué empezastes a hablar conmigo?.- Preguntó.
-Me apetece hablar y mantener una conversación.-
-Creo que te entiendo, señor.-
El silencio se hizo durante unos minutos hasta que Daniela lo rompió.
-Las palomitas son palomitas cuando el maíz se cansa de ser maíz.-
-Que gran verdad, amiga.- Contestó.
En ese instante el autobús se acercaba, Daniela se levantó y se dirigio a su puerta para subir. El hombre se levantó tambaleándose y se dirigió a otra dirección.
-¿No subes al bús?.-
-Como ya dige antes, es buen día para caminar.- Respondió.
-Todos los días lo son.- Añadió.
-Señor, ¿Es usted una palomita?.-
-Quizás lo sea amiga, o quizás siga siendo maíz y el resto ya no...-
Justo después el desconocido se metió las manos en los bolsillos y manteniendo el poco equilibrio que le quedaba caminó. Daniela lo observó sentada en el autobús hasta que le fue posible y después, lo recordó.
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